martes, 31 de enero de 2012

Las Voces de Las Proesas

1era. Reyes 17: 8-12 Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente. Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. 

La viuda recibió una orden, no se lo pidieron y no fue un sentir de su corazón.  Se había abandonado,  ya no sentía enojo o molestia, sólo sentía resignación y esa actitud no le permitió prepararse para cumplir la orden que recibió.  Cuando el profeta llegó, ella no confesó la Palabra, en su interior había un choque entre las voces de la necesidad y la orden recibida.  Lo mismo nos sucede cuando llega el momento de ofrendar o hacer proezas para Dios. 

Dudamos de dar lo que tenemos porque tal vez nos quedaremos sin nada, pero es al contrario, tu ofrenda abre las puertas a la provisión de Dios.  
En medio de la necesidad no debemos dejarnos morir.



1era. Reyes 17:13  cuenta la respuesta del profeta: Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. 

Cuando ofrendamos y hacemos proezas también se escucha la voz del temor.  La viuda tenía necesidad y miedo del futuro. No permitas que el temor bloquee tu bendición. 

1era. Reyes 17:14-16 habla de la promesa: Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías. 

El profeta le dio confianza al hacerle la promesa de que el alimento no escasearía. Entonces, venció las voces de la necesidad y el miedo  para cumplir la orden del Señor.  Muchos incluso deben enfrentar la voz de los amigos y familiares que les advierten sobre la manipulación que según ellos, significa ofrendar. No escuches esas voces que obstaculizan tu pacto con Dios. 

Esta mujer finalmente obedeció y tuvo provisión por fe. Dar de comer al profeta hizo que el alimento no se acabara. Su proceso de dar para recibir se extendió por mucho tiempo. Debemos ofrendar, diezmar y hacer proezas siempre para que la bendición no se termine. La responsabilidad es constante, así como la promesa. Tus ofrendas del pasado no te restan el compromiso de ofrendar hoy.  

Testimonio de sus Ofrendas
1era. Reyes 17:17-18 Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo? 

Elías no estaba allí para recordarle sus pecados o para que su hijo enfermara, fue ella quien habló de muerte. Al parecer obedecía al Señor pero al  mismo tiempo hablaba mal. No puedes ser de doble ánimo y ofrendar  proclamando necedades con tu boca. Tu actitud en el mundo debe reflejar tu fe ante el altar del Señor. Si con tus ofrendas y diezmos cumples tu parte del pacto, vive confiado y demuéstralo.  Esa también es una forma de dar testimonio de fe.

Cumple con Dios y luego  esfuérzate en todo lo que haces. En tu trabajo sé el mejor, en la universidad demuestra que estudias,  sé un buen esposo y padre que de testimonio con su vida.  Cuida tus palabras, no maldigas tu semilla con voces de desánimo. Riégala y abónala con actitudes positivas y buenas acciones.  Todo lo que digas y hagas debe ir de la mano con la fe que expresas ante el altar.  Recuerda que en tu boca está el poder de la vida y la muerte.  

Esta mujer profetizó palabras de muerte que se cumplieron, cuando su actitud debió reflejar confianza en que la obediencia le traería bendición. Sus palabras reflejaron la culpa que arrastraba por el pecado.  No recuerdes tus pecados porque la paga de ellos es  muerte pero la dádiva que ya recibiste de Dios en Cristo Jesús es vida eterna.   No puedes acercarte al altar susurrando dulzuras para luego salir hablando amarguras. Habla bendición en todo lugar. No olvides que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Sé uno siempre. La voz de tu ofrenda debe ser consistente antes, durante y después de darla.  

Ofrendas y Proezas Memorables
Salmo 20:1-4 Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, Y desde Sion te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, Y acepte tu holocausto. Te dé conforme al deseo de tu corazón, Y cumpla todo tu consejo. 

Tu Proeza u ofrenda te da derecho a esperar la ayuda de Dios. Él no olvida los pactos que hace con aquellos que le honran.  Motívale a recordarte dando lo mejor que tienes. La mejor ofrenda es aquella que te deja pensando y recordando por su gran magnitud.  Esto puede compararse con los regalos que damos. Recuerdas los valiosos, que te costaron mucho dinero porque sabías que de esa forma agradarías más, por el contrario, casi no recuerdas aquello que compraste por salir del paso y no significaron un  gasto muy fuerte.  Atrévete a honrar al Señor con ofrendas que recordarás siempre.   Con mi esposa hemos dado ofrendas memorables que incluso nos han dejado sin un centavo en el banco y Dios nos ha demostrado que Él también las recuerda. 
Cuando das una ofrenda memorable, Dios la recibe y la recuerda por siempre. 

Lo que des debe ser recordado en el cielo. Jesús ofrendó Su propia vida y así nos dio ejemplo de ofrenda valiosa y memorable.  Tu ofrenda levanta voces. La primera es la de Dios que te ordena que lo hagas; la segunda puede ser la de la carne que te recuerda tu necesidad; la tercera es la del diablo que te infunde temor; una cuarta puede ser la de tus semejantes que intentan convencerte que estás equivocado y otra es la de los profetas que te recuerdan las promesa de prosperidad si obedeces.  La última voz es la tuya que le pide a Dios que haga memoria de tus ofrendas y envíe Sus bendiciones. 

Los Motivos Deben Ser Los Correctos    
La mujer recibió una orden de Dios pero no la obedeció hasta que tuvo seguridad de que nada le faltaría.  Tu ofrenda puede originarse por varios motivos, pero el correcto es el deseo de honrar y agradar a Dios.  

Es como comprar un regalo de aniversario para tu esposa.  Puedes comprarlo porque la amas y deseas agradarla o porque quieres evitar que se enoje y te reproche tu falta de atención.  Definitivamente tu motivación debe ser el amor. Para acercarte al altar no necesitas más que el deseo por alabar a tu Padre Celestial.  En la iglesia podemos exhortarte a ofrendar pero agradar al Dios vivo es suficiente motivo. 

El Señor habla cuando le ofrendas, así que hazlo con excelencia. Hay ofrendas mejores que otras por la fe que expresan.  Cuando  prepares tu ofrenda, no arrugues el billete, y escribe el cheque con tu mejor letra porque estás entregando algo para aquel que te ha dado todo. 
Cuatro cosas que suceden cuando ofrendas 

Dios testifica sobre ti
Hebreos 11:4 relata sobre la ofrenda de Abel: Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.

El Señor recibió con agrado la ofrenda de Abel y daba testimonio de ella. Imagina cuánto le impactó que ni la muerte detuvo Su testimonio.  Todos podemos dar testimonio de nuestras ofrendas y lo que cosechamos con ellas. Incluso podemos testificar sobre las ofrendas de otros, como la vez que vi a un pastor de la iglesia dar su carro y cosechar cuatro. Pero  lo más glorioso es cuando Dios testifica de ti porque la ofrenda que le presentaste le agrada. Asegúrate que en el cielo siempre se diga algo bueno de ti.  

Dios te recuerda Sus promesas  (Génesis 22:15-18) 
Cuando Abraham llevó a su único hijo al altar en obediencia a Dios, Él le detuvo y le prometió  que tendría una gran descendencia como las estrellas del cielo  o la arena a lo orilla del mar, siempre poseería las puertas de sus enemigos y que en su simiente todas las familias de la tierra serían benditas. De igual manera, Él te habla y recuerda Sus promesas de bendición cuando le ofrendas.  Cuando ve tu semilla te dice que te dará una gran cosecha  y te recuerda que abrirá las ventanas de los cielos para bendecirte y darte sus riquezas en gloria.
Dios le habla a Sus profetas sobre ti          (1 Samuel 9:6-8) 
En los tiempos bíblicos nadie se presentaba delante de un hombre de Dios sin una ofrenda. Aquel que se acercaba a un profeta debía hacerlo con un presente porque era una forma de honrarlo. Al hacerlo reconocía el don profético de este y lo activaba a su favor. No malentiendas, los hombres y mujeres de Dios damos de gracia lo que por gracia recibimos, pero es una buena costumbre nunca llegar con las manos vacías, así que hazlo por tu bien. 

Cuando te presentes ante un hombre de Dios da tu ofrenda y pide su bendición, seguramente Dios te hablará a través de él. 

Dios reprende al devorador por ti  (Malaquías 3:10) 
La Biblia dice que traigas tus ofrendas porque Él  hace vallado para que el diablo no se meta contigo. Tal vez te ha pasado que hay épocas en las que todo parece adverso. Tus hijos se enferman, tu carro se descompone, tu suegra viene a vivir a tu casa y el fruto de tu trabajo parece no abundar. Esos son los momentos cuando el devorador quiere comerse tu cosecha, pero el Señor lo detendrá cuando vea tu ofrenda en el altar. Él  habla a los ángeles y les da órdenes para que te guarden.


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